jueves, 3 de enero de 2013

'Lo imposible': La gente paga cine

Arnau Margenet
Y cuando todo parece oscurecerse, ocurre lo imposible. Eso debieron pensar aquellos figurantes del relato bíblico que atestiguaron la conversión del agua en vino y el pan en peces, ojipláticos ante la visión de tan inexplicable fenómeno. Pero el fenómeno llenó de dicha su existencia baja en proteínas y, por si las moscas, hicieron mutis.

Resulta que ese pasaje bíblico tiene su singular resonancia hoy, en nuestra industria cinematográfica. Por un lado, ver un alimento convertirse en otro totalmente distinto es, per se, un espectáculo entretenido por el que cualquier mortal, famélico o no, estaría dispuesto a pagar igual o más (!) de lo que cuesta una entrada de cine. Por el otro, el hecho milagroso en si. Y es que el cine español, aquel que viera su juicio final precipitarse (mucho antes que los mayas), cerró el recién concluido 2012 habiendo registrado la mayor recaudación de su historia con 106 millones de euros en ganancias, según ha informado recientemente la agencia de medición Rentrak. Marcando récords en plena crisis industrial. ¡Óbrese el milagro!

Jesucristo es J.A. Bayona, el pan es una previsión de asistencia en salas de cine muy descorazonadora, el vino es un récord sin parangón. Un milagro, vaya. Un suceso paranormal que se debe, en parte, a la irrupción en cartelera de una gran producción al estilo hollywoodiense como fue ‘Lo imposible’, firmada por el cineasta catalán. Cabe decir que el éxito tiene su germen en el despliegue promocional con el que Telecinco, principal accionista del proyecto, atrajo a hordas de espectadores a las salas. El truco fue exponerlos, lustros antes del estreno, al más incisivo método de Pavlov jamás empleado: cuña por la tele cada cinco minutos y una fecha de salida. Una clase magistral de cómo generar evento. Así es fácil vender películas, o alpargatas de felpa si conviniera. En cualquier caso, ‘Lo imposible’ ya puede presumir de ser la película más taquillera de la historia del cine español con 5,8 millones de espectadores, superando también el récord de asistencia en su primera semana de proyección con 1,35 millones de espectadores; en 11 semanas en cartelera lleva percibidos 40,5 millones de euros. Un éxito apabullante.

Tal es el éxito que tal vez los gestores de la industria deberían considerar seriamente la posibilidad de realizar una sola producción al año. Tal vez, en pos de la eficiencia, productores, distribuidores y exhibidores deberían aunar fuerzas y dedicar cada gota de sudor a que tal o cual producción registre año tras año una mayor recaudación que la obtenida el curso anterior, de modo que no fuera necesario llevar a cabo la producción de otras películas –cuyo aporte cultural, fuera éste significativo o no, sería irrelevante–. De este modo, sería relativamente fácil alcanzar la precisa cantidad de millones para llenar una bañera y hacer la vista gorda ante cualquier evidencia incómoda de crisis. Y es que ‘Lo imposible’ ha sido la producción que ha tirado del carro -como lo hicieron en su día ‘Ágora’ o cualquier película en la que Almodóvar haya asomado el hocico– de la anémica industria española, la encargada este año de salvar los muebles en términos económicos y hacer del espejismo el mejor bálsamo. Si bien la casa sigue en llamas, los bomberos están de jarana bebiendo champán a manguerazos.

En fin. Lo que hizo Jesucristo con ese puñado de harapientos fue de hijoputa. Los encandiló con efectos especiales y luego los dejó a su merced. Fueron peces para hoy y hambre para mañana. Después de ‘Lo imposible’, se murieron de hambre.

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