Raquel Martín
La Real Academia
de la Lengua define oxímoron como la “combinación de una misma estructura
sintáctica de dos palabras o expresiones de significado opuesto, que originan
un nuevo sentido”. Aunque el origen del concepto es sintáctico, se puede
extrapolar a multitud de dimensiones diversas. De hecho, los propios humanos
somos un oxímoron parlante: la especie más inteligente del planeta y la que más
lo está perjudicando.
Por tanto,
encontrarse con algún oxímoron es común si analizamos nuestro alrededor. Y esta
semana ha aparecido en Grecia, la misma tierra que vio nacer a tan bella
palabra, llegando hasta Estrasburgo. Dentro del Parlamento del país heleno se
encuentra la formación xenófoba y de extrema derecha Aurora Dorada. Y en
Estrasburgo se sitúa la sede del Consejo de Europa: un órgano, independiente a
la UE, que busca promover la cooperación y valores como la democracia y los
derechos humanos. Está estrechamente vinculado con el Tribunal Europeo de
Derechos Humanos.
El oxímoron
adquiere voluptuosidad en su enigmático cuerpo cuando el Consejo de Europa y un
partido xenófobo se mezclan. Como ha pasado esta semana. Eleni Zaroulia,
diputada por Aurora Dorada, ha recibido luz verde para poder ser integrante del
Consejo. Zaroulia, que hace un año calificó a los inmigrantes como
“subhumanos”, trabajará así para promover los derechos humanos y la democracia.
Parece el argumento de una película ganadora en Sundance que critique las
incongruencias del laberinto de intríngulis que son las altas instituciones
europeas, pero es la realidad.
Zaroulia es la
adorable esposa de Nikos Mijaloliakos, el líder de Aurora Dorada, y la sufrida
madre de Urania Mijaloliakos, que tiene nombre de mala de cómic pero en
realidad solo es la hija del jefe, y la responsable de las nuevas generaciones
de Alba Dorada. Urania ha heredado de su madre su empatía, sensibilidad y
discreción a la hora de hacer declaraciones. Y lo demostró el mayo pasado, la
noche antes de las elecciones, cuando declaró que una de las medidas que
proponían para frenar la inmigración era poner minas en las fronteras griegas.
Aparentemente,
detrás de esta polémica decisión se encuentran las rencillas entre Nueva
Democracia (el partido gobernante, de ideología conservadora) y la izquierda
radical Syriza. El ejecutivo griego bloqueó el pasado diciembre, junto con los
socialistas y la izquierda moderada, la eventual entrada de Zaroulia al Consejo
de Europa. Pero reactivó el proceso al unirse al bloqueo Syriza, formación que
tiene unas relaciones muy complicadas con Nueva Democracia.
La polémica no
solo se centra en Grecia. Junto con Zaroulia ha entrado en el Consejo de Europa
el húngaro Tamas Nagy, del partido antisemita Jobbik. Algunos parlamentarios de
la institución europea han protestado ante la entrada de Zaroulia y Nagy, pero
de momento sus reclamaciones no han sido escuchadas. Si no se toman medidas al
respecto, ambos diputados seguirán en el Consejo de Europa. Y el oxímoron
continuará.
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