Arnau
Margenet
Se diría, por los
antecedentes, que hoy en día un anuncio publicitario sólo es reprobable cuando es
ofensivo a todas luces. Véase la filia de los fashionettis de Dolce&Gabanna por el sometimiento a la mujer
como reclamo promocional –que, por otro lado, parece no inquietar el espíritu
vanidoso de sus proselit@s– y la rentable polémica que suscita en la opinión
pública. Pero, ¿y cuando la afrenta es menos evidente? ¿Es necesario que la
denigración humana se dé en formas explícitas para que uno se rasgue las
vestiduras de la moral? La retórica es la mejor de las vaselinas, amigos.
Para situar al lector. Me
refiero a la ya asentada tradición pastelera de los amigos de Coca-Cola Co., que
han vuelto a la carga con un azucarado spot de ataque y derribo, de los que
apelan a los buenos sentimientos de común identificación y buscan la conveniente
asociación de conceptos. Esto es: Coca-Cola = buenrollismo ejemplar.
En el spot en cuestión, unos
impolutos operarios –que parecen sacados de un anuncio (!)– instalan un cajero
automático en cuya cúspide hay pegado un rótulo que reza: “CAJERO DE LA FELICIDAD”.
Entonces la gente se acerca prudencialmente, picada por la curiosidad, y
trastean la pantalla táctil. En ella aparecen una serie de indicaciones que
vienen a decir lo siguiente: Te damos 100 pavos, úsalos como quieras, pero te
proponemos unas ideas solidarias, con mucha vista. Luego ya introduciremos sólo
aquellos casos que, en efecto, hayan invertido el dinero en acciones solidarias
y cuyos protagonistas, en un casual entendimiento colectivo, hayan grabado y
posteriormente enviado las filmaciones que dan fe de ello, si es que todo esto
es real y no un preciso montaje audiovisual que aparenta ser tal cosa. El
resultado, hay que reconocerlo, transmite optimismo y conmueve. Un anuncio a prueba
de escépticos y diabéticos.
Es evidente que el fin
último de los anunciantes es captar la atención del vidente y atesorar cuanto más
dinero mejor, y también es un hecho que los spots publicitarios tienden cada
vez más a ser obras de arte conceptual, llenas de piruetas figurativas y
lirismos –tanto es así que a veces hay que esperar a que aparezca el logo de
rigor para saber qué mierda te están vendiendo–. Pero cuando una colosal corporación
como es Coca-Cola Co., cabeza gorda de la Hidra capitalista, apela al espíritu
solidario y al necesario humanismo de los hombres en estos tiempos de crisis, cuando
trata de apropiarse de la esperanza de la gente para marcarse un tanto y
aumentar sus ganancias, dan ganas de defenestrar el televisor.
Tal vez habría que exigir a
las autoridades competentes que tomaran cartas en el asunto. Que pusieran, por
ejemplo, una cortinilla similar a las que se pone en los anuncios de
medicamentos:
- - Coca-Cola
Co. no garantiza que las situaciones expuestas en este spot hayan nacido de
forma espontánea.
- - Coca-Cola
Co. no se hace responsable de que el consumidor no experimente la humanidad al
tomar Coca-Cola.
- - Coca-Cola
Co. queda eximido de ser solidario en los sucesivos escenarios económicos y en
cualquier caso en general.
Luego, cada cual estaría en
su derecho de comprar Coca-Cola o no, pero al menos lo haríamos con conocimiento
de causa, conscientes de estar dando cancha al más perverso cinismo.
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ResponderEliminarMe parece brillante este post. Muy inteligente. ¡Enhorabuena a su autor!
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