Película coral, película río, que arrastra entre su
corriente todas las grandezas y bajezas de la humana condición para recordarnos
que, aunque conquistemos las altas cumbres respirando el oxígeno puro de la
cima, nuestro lado oscuro sube también hasta allí con nosotros y jadea tísicamente
abominando del paisaje nevado mientras pide con urgencia un cigarrillo. Entretenido
relato, si olvidamos los numeritos musicales, de cómo un delincuente puede
llegar a ser un empresario y político de éxito, y viceversa.
Jean Valjean (Luis el cabrón) recorre infatigable
los Alpes Suizos, escalando montañas, abriendo vías, manejando con singular
pericia el piolet, y encabezando una cordada cuyos seguidores emergen del mar
de nubes que rodea el macizo montañoso. Es un ruidoso y bien peinado grupo de
inexpertos jóvenes que progresan adecuadamente por las vías ya abiertas,
mientras corean a gritos el himno ‘Montañas Nevadas’ (Renovando y construyendo/
forjaré la nueva historia// de la entraña del pasado/ nace mi Revolución), agarrados
con entusiasmo a las cuerdas que Valjean va fijando estratégicamente; cada 50 metros de ascenso, un
nuevo anclaje SOBRE la pared vertical.
La verdadera pasión de Valjean se halla sin embargo
kilómetros más abajo, en la caja fuerte de un banco enclavado en la idílica o
alcohólica ciudad de Ginebra, donde amasa un enorme tesoro, arrancado en
incontables puestas de cazo,comisiones y mordidas. El policía Javert (B.
Garzón), conoce muchas de las maniobras de Valjean, pero no consigue probarlas;
por el contrario, será el propio policía el que pierda su condición debido a
las malas artes del alpinista, si bien jurará internamente no descansar hasta
ver los huesos de Valjean pudriéndose en una celda vip.
Y aquí comienza la verdadera escalada del grupo,
cada cual siguiendo la vía que Valjean le va dejando abierta: José Mari
clavando sus crampones en las armas de destrucción masiva, Cascos obligado a
realizar un “solo integral” de imprevisibles consecuencias, Rato colocando el
arnés en participaciones basura, Trillo mandando huevos y jurando por San
Escrivá de Balaguer que todo el monte es orégano, Zaplana calzándose los pies
de gato para llegar pronto a la cima y acaparar los rayos uva, Mariano incapaz
de manejar los mosquetones para evitar caer en el vacío absoluto. La escalada
pronto alcanza tintes melodramáticos, un festival del disparate, y sólo la diligencia
de Valjean, el Mercurio de Geneva a
Génova, cohesiona mínimamente al equipo. Aunque la película no lo muestra, queda
claro que todo el grupo es deudor de su pericia.
Y la historia se convierte en thriller trepidante: el
grupo aprovecha las vías abiertas por Valjean para descender rapelando y
apresurarse a desvalijar la cámara acorazada del sucio banco suizo; pero la
venganza del veterano escalador es tan cruel y meticulosa que a su lado el
Conde de Montecristo parece Anne Igartiburu. Pronto comienzan a producirse
extraños accidentes: Zaplana perece calcinado en una cama de bronceado, Cascos
recibe una sobredosis de chapapote al ingerir unos calamares en su tinta, Rato
es condenado a cadena perpetua por robar el cepillo de La Almudena, Trillo se
lanza misteriosamente sin paracaídas desde un Yak-42, José Mari descubre que su
esposa es el arma de destrucción masiva que buscaba, y Mariano comprueba, sin
mover un músculo, que su niña ha desaparecido.
La niña tiene nombre, es la pequeña Cosette (E.
Aguirre) quien, ahora en compañía de Valjean, ofrecerá un completo máster en el
complejo arte de trepar. Inspirada por su infatigable afán pedagógico, recorta,
machaca y humilla a sus enemigos y también a sus supuestos amigos, enciende
volcanes de los que salta entes de la erupción, y convence a todos de que sólo
ella merece sujetar una rama de olivo en su boca. Valjean, sólo y amargado, cierra los ojos y recuerda el sobre
que el inútil de Mariano olvidó en la última escalada, ¿o se lo dejó a
propósito el muy c…? La estocada final llega con la mortífera batería de
números musicales que adornan el filme, buena ocasión para que los espectadores
se pongan a pensar en sus cosas. No, rectifico, no piensen en sus cosas ni en
las mías, es patético, sigamos la música.
Sí amigos lectores, una vez más nada es lo que
parece, la película es en realidad un musical, el dinero sucio suizo se ha
“regularizado”, los integrantes de la cordada siguen viviendo como dioses,
Mariano se alegró de perder a la niña y se ha establecido en Chueca como
estilista y Cosette está a punto de acabar con la monarquía para después ser
coronada emperatriz. Ah! ¿Los Miserables? Esos somos todos los demás, por
tolerar que se rían en nuestras narices y después nos escupan en pleno rostro.
Me ha encantado y me reido mucho...
ResponderEliminarImaginación contra las sanguijuelas. Enhorabuena!
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