Raquel Martín
Gérard Depardieu, gigante del cine francés, actor que cedió
sus carnes para representar a Obelix (probablemente el único francés que cae
bien a todos los habitantes el planeta), ya no quiere seguir comprando baguettes.
Depardieu anunció el pasado mes de diciembre que renunciaba a su pasaporte
francés a raíz de la polémica que suscitó el traslado de su residencia al
pueblo fronterizo de Néchin, en Bélgica. El actor y empresario vinícola afirmó que las razones para
trasladar su residencia son numerosas e íntimas. Pero parece ser que hay una
principal: el sistema de impuestos. El ejecutivo socialista de François
Hollande ha iniciado el proceso parlamentario para cambiar el impuesto a las
grandes fortunas, que establece una tasa del 75% para las rentas superiores al
millón de euros. Y a Gérard Depardieu no le ha sentado bien tener que pagar más
impuestos. Quizás cree que eso de pagar más impuestos con la crisis es cosa de
la plebe, de la clase media. Depardieu calculó que había pagado, a lo largo de
sus 45 años de carrera, 145 millones de euros en impuestos. Ya que se ha
esforzado tanto por Francia, podrían ponerle su nombre a una carretera
comarcal. O a un aeropuerto español, que aquí nos sobran.
Pocos días después de su anuncio, Putin le echó una mano y
le ofreció la ciudadanía rusa, que Obelix aceptó contento como si de una
marmita de pócima o un jabalí en su punto se tratase. El pasado 5 de enero fue
investido ciudadano ruso en presencia del mismísimo Putin, que le entregó en
mano el pasaporte. En dicha ceremonia había preparado un concierto de las Pussy
Riot, pero no pudieron acudir por razones ajenas a la organización.
Depardieu agradeció al presidente y a la patria rusa su
acogida en una carta en la que define al país del vodka como “una gran
democracia”. Nivel de excelencia democrática aparte, en Rusia el impuesto sobre
la renta es del 13%.
Pero el actor no es el único personaje popular francés al
que le atrae el país de los zares. Brigitte Bardot ha anunciado que quiere
seguir los pasos de Depardieu y pedir la nacionalidad rusa. Su principal razón,
en apariencia, es muy distinta. Conocida por defender los derechos de los
animales (y por simpatizar con Marine Le Pen), Bardot pretende protestar así
para que no se le practique la eutanasia a dos elefantes enfermos de
tuberculosis en el zoo de Lyon.
Si esos elefantes mueren y Bardot se vuelve rusa, puede que
eso de que los franceses se exilien a Rusia se vuelva una moda. Empezará por
los jóvenes más chics y esnobs de París, que también argumentarán su decisión
por temas económicos, para irse propagando hacia todos los sectores sociales y
geográficos del país vecino. Visto lo visto, y cayendo un poco en la conspiranoia,
se puede sospechar incluso que los franceses todavía no hayan superado la
fallida conquista Napoleónica a Rusia y que quieran volver al ataque,
conquistándola desde dentro, cuando el invierno pase. Al fin y al cabo, en unos
meses empezará a hacer calor en toda Europa, incluida en la ansiada Rusia.
Francia siempre ha tenido su lado comunista.
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