José Ibáñez
En medio del agonizante panorama
musical con el que nos obsequia la industria de lo efímero, en mitad del boom
del fast food musical, de los “Gangnam
Styles”, los “Justin Biebers” y demás espectáculos luminosos y coloridos vacíos
de arte y personalidad, se proyecta un rayo de esperanza. Erigiéndose como un
héroe al que se creía muerto, dibujando el temor en el semblante del malvado y
devolviendo la fe a los inocentes, David Bowie anuncia, para regocijo de
muchos, el lanzamiento, en marzo de 2013, de su nuevo álbum de estudio, “The Next Day”.
La figura de David Bowie se configura
como una de las más importantes dentro del panorama de la música popular de los
últimos (ahí es nada) 50 años. A lo largo de su dilatada carrera David Bowie
nos ha obsequiados con joyas antológicas tales como “Rebel Rebel”, “The Man Who
Sold The World”, “Changes”, “Heroes” o el inconfundible éxito que
compartió con la banda británica Queen, “Under
Pressure”, por mencionar tan sólo algunos de sus éxitos más conocidos.
A pesar de que lo expuesto supone, sin
lugar a dudas, un logro vital importante en sí mismo considerado, la figura de
David Bowie no se queda ahí. Cuando se habla de este británico nacido en Brixton,
Londres, hace 66 años, se está haciendo referencia a un icono, a un mito hecho
a sí mismo a través de sus alter ego Ziggy
Stardust o The Thin White Duke (entre
otros), a un misterio andrógino de ojos dispares, a una presencia imponente
sobre el escenario. Cuando se habla de David Bowie se habla de un “único”, de
una de esas figuras a las que ni la MTV
ni las grandes discográficas pueden diseñar y producir.
Si a todo lo anterior le sumamos el
hecho de que hacía una década del último álbum de estudio de nuestro admirado Starman, aquel titulado “Reality”, nos
resultará sencillo entender la excitación que ha generado el anuncio dentro de
los medios especializados (y no tan especializados) y la atención y el oído con
los que ha sido escuchado y analizado el single que hace las veces de avance
del disco, “Where are we now?”.
La sombra de Bowie se proyecta mucho
más allá de los chascarrillos a todas luces innecesarios y fuera de contexto
sobre sus relaciones homosexuales con Mick Jagger. Y su luz es un faro dentro
de la cultura musical moderna; la reacción mediática ante su anuncio de lanzar
material fresco a nuestros oídos da buena prueba de ello. Aún se siente algún
respeto por los gigantes. Aún queda
alguna esperanza. Aún tenemos a Bowie.
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