Cartelera

A Dyango, ni tocarlo

Jesús de Castro
Hay un tal Quintín, creo que Transalpino de apellido, que trabaja en el cine y se gana la vida imitando pelis de otros. Nada que objetar, ¿Quién no ha copiado alguna vez? Tengo un agente investigándole, y me cuenta chismes muy jugosos: que si es adicto a las balaseras, las palabrotas y los baños de sangre, que si lo que hace es serie B pasada por la centrifugadora y con el sonido a todo volumen, que si lo único que se le da bien es la promoción, imitando a S.Segura dice mi agente, que si tiene a todos los pijos babeando, que si necesitó tres pelis para cargarse a un tío que ya estaba desahuciado, que si es un bocachancla…

No nos engañemos, aquí, más que mitómanos somos envidiómanos; si alguien triunfa nunca es por sus méritos, capacidad o talento, sino por sórdidas y oscuras maniobras que pueden incluir, según el agente que nos informe, desde el chantaje, la extorsión y el maltrato de animales hasta el vertido de comentarios vejatorios sobre la selección española o el tráfico ilegal de cejas postizas. Salgamos de esa trampa, si triunfa me alegro por él, y por los fabricantes de Ketchup y sangre artificial para el cine.

Pero hay líneas rojas que no deben cruzarse. Y este personaje se ha saltado una que me obliga a intervenir. Acaba de estrenar su nuevo trabajo, y mira por donde, se llama “Dyango desenchufado”, y dice mi agente que es un remake descarado e irreverente de “Puñaladas en el alma”, (Sony 2010), de nuestro genial intérprete, el Dyango original (con permiso del sr. Reindhart). ¿Es que no había otro al que plagiar? Amigo Transalpino, es mi deber advertirle que esta vez ha pinchado usted en hueso. Machaque usted, si ello le place, del thriller, los asesinos en serie, el gore, las de artes marciales y el spaghetti western, saque a la pantalla sus demonios, carencias y frustraciones, pero a José Gómez, al Dyango, ni tocarlo. No se si me explico.

Es que sale usted perdiendo don Quintín, porque en el fondo sabe que su ruidoso canto a la violencia nunca se acercará al estremecimiento que provoca el napalm soterrado de obras como “Alma, corazón y vida”, y además con contenido en los guiones,  más allá de “joder, muérete, que te den”, etc. “Alma para conquistarte, corazón para quererte y vida para vivirla junto a ti”, ¿se atreve usted a plagiar eso?, ¿Cómo lo diría? Aquí no sirve lo de “te sacaré los ojos y me orinaré en sus cuencas”.

¿La esclavitud? No nos vacile, estamos hablando de un hombre que ha trabajado en las plantaciones de Zafiro, Emi, Hispavox, Sony… y que tuvo que pelear muy duro contra el sometimiento. La venganza y la lucha, Dyango ha conseguido una carrera de 40 años, a pesar de las discográficas, ha sido un ídolo en Latinoamérica cuando todos le silenciaban aquí, y no sólo deja un legado de 60 discos de oro y 40 de platino, sino que dos de sus cuatro hijos son también cantantes, y un tercero técnico de grabación (chuparos esa discográficas). El restante se hizo chef de cocina, nadie es perfecto.

Dyango, que sigue activo y en forma, ha grabado un disco de tangos en Argentina, con el maestro Goyeneche, siendo el único gashego aclamado por los tangueros porteños, ha ganado el Festival de Benidorm en medio de una gran pitada por un supuesto e inexistente tongo. Entre tongo y tango ha compuesto una canción de amor al Barça, “Somos más que un club”, nos ha representado en la OTI y ha cantado duetos con gente tan dispar como Nana Moskouri, Armando Manzanero, Celia Cruz o Pimpinela.

Es comprensible, señor Transalpino, que usted caiga fascinado por este artista diferente, capaz de fotografiarse abrazando un maniquí, que al cantar cierra los ojos alojados en esa cabeza inverosímil mientras mueve las manos reiterando la desesperación con la mente, el cuello de la camisa desabrochado y la corbata floja, el cuerpo en tensión y esa voz que funde las neuronas de quien la escucha, como una oleada de sirope. Con un micro en la mano, Dyango se pone frente a un auditorio y causa más estragos que todas sus películas juntas.

Siga usted con su lucrativa empresa de cintas serie B maquilladas de serie A, pero no nos menosprecie. Aceptamos que nos quiten la patente de la fregona, hemos tolerado que deconstruyan la tortilla española en infames garitos de diseño, incluso miramos para otro lado cuando sin consultar a nadie cambiaron a Don Limpio por Mister Proper, pero a Dyango ni tocarlo don Quintín, hay líneas que no se cruzan. Y el que avisa no es traidor, es avisador.   





Estreno
Jesús de Castro

Película: Ananieves, la soledad de la visionaria
Dirección:  Calle Génova .
Países: España coño. 
Año: 2012. 
Duración: 90 min. 
Género: Psicodrama.
Interpretación: Ana B (Encarna, la madrastra), José Aznar (Antonio, el padre), Miguel Ángel Villanueva (Genaro, el chófer), E. Aguirre (doña Concha), Leandro Borbón (don Carlos), Isabel Panoja (Carmen de Triana), Soraya Sáez (Carmen / Blancanieves), Ana Aznar (Carmencita).
Guión: El Bigotes / Rouco V; inspirados en el cuento de los hermanos Grimm. Producción: FAES.
Música: Bertín Osborne.
Montaje: Pedro J.
Diseño de producción: Privatiza SL.
Vestuario: Gao Ping.
Distribuidora: Gürtel Visión.
Estreno en España: 28 Septiembre 2012.
Calificación: Apta para todos los votantes del PP.

Una mirada de azabache nos atrapa desde el fondo de su españolísima mantilla. La madrastra sostiene con enguantada mano y expresión concentrada la temible manzana; ¡maldición! pienso, nos va a largar otra vez lo de "Si se suman dos manzanas, pues dan dos manzanas. Y si se suman una manzana y una pera, nunca pueden dar dos manzanas, porque es que son componentes distintos…”.

Error, aquí nadie habla, es una cinta muda, y en blanco y negro, y sí, estrenada en 2012, y no, no ha ganado ningún oscar. Entonces, ¿esto de que va? ¿la historia de Blancanieves contada por el No-do? El caso es que nadie se mueve de su butaca, la propuesta es tan… diferente, y al mismo tiempo tan clásica, y tan plástica, que inmediatamente se convierte en adictiva.

Surrealismo, expresionismo y neorrealismo orbitando al filo del abismo, un itinerario circular de homenaje al buen cine. Pero las obras de arte, y créanme ésta lo es, suelen tener múltiples lecturas. Y en pleno viaje, una nueva sorpresa: no estamos viendo la historia de Blancanieves sino de la madrastra, no se trata de la candorosa y atractiva niña maltratada por la vida, que al final será recompensada porque ella lo vale, se trata del sacrificio, del sufrimiento teresiano de quien acepta el odio de todos porque sabe que le ha tocado hacer ese trabajo sucio que permite lavarse las manos al resto del mundo.

Sólo Ana B, actriz de raza forjada en el espartano escenario de las Madres Irlandesas, puede afrontar con solvencia este reto interpretativo sin palabras, dejándonos boquiabiertos y ojipláticos ante el resultado. Nadie puede expresar como ella el dolor sin límites con el leve arqueo de una ceja, como la secuencia en la que tiene que abandonar la Arena de Madrid, y sus víctimas, para viajar al aburrido Penha Longa Hotel Golf Resort Spa de Portugal, y así salvar su matrimonio y su familia.

Una malvada que no se regodea en su perversidad, la interioriza y  la desempeña con eficacia, sin piedad, sin histrionismos. Y es que el futuro de mucha gente depende de que su brazo no tiemble. Antológica la secuencia en la que cambia las estaciones de medida de contaminación desde los lugares con más tráfico hasta la periferia. ¿niveles muy elevados? ¿toque de la UE? Problema resuelto. Y no es una decisión caprichosa, está basada en el famoso aserto que preside su despacho: “El Planeta está al servicio del hombre, no el hombre al servicio del Planeta.”

Y mientras, cada plano va destilando el agridulce elixir de la maldad incomprendida: Como genial engranaje, entre los personajes principales y cada soberbio encuadre, destaca la troupe de enanos, palmeros, gobernantas, catolibanes, pelamangos y correveidiles que revolotea en torno a Encarna, y la cruel elegancia con que los pone al pie de los caballos. “Buñuel al cuadrado por raíz cúbica de Berlanga menos logaritmo de Leni Riefenstahl”, dice un gafapasta a su novia en la fila de atrás; “no vuelvo al cine” digo yo, la próxima me la bajo, es decir me la alquilo, ya saben.

Volviendo al tema, estamos ante un portentoso ejercicio visual que atrapa y deslumbra; feroz la escena en que toda la corte de los milagros abre al unísono las jaulas y repuebla el río y toda la urbe con millones de gaviotas. Pero, y siguen las sorpresas, la intención última va mucho más lejos, hasta la materia oscura que gobierna el Universo, mas allá incluso de las naves esas que han tenido un siniestro en las afueras de Orión. En ese fondo levita la inexorable soledad de la visionaria, un giro dramático fruto del toque de calidad del Bigotes en el guión.       

Porque la moraleja final es tan sorprendente como todo lo demás en esta película. La joven se come la manzana, pero la madrastra a su vez se come una pera, también envenenada, por la mano de doña Concha (E. Aguirre). Destino cruel, al final la pera y la manzana se suman para encumbrar a la verdadera malvada. ¡Carajo! Ya he vuelto a reventar el final, pero no se preocupen, ya están filmando la secuela, se llamará “Eurovegas, pon el cazo y después lo niegas”.           





Estreno
Jesús de Castro

Película: El hombre de las sombras.
Título original: The bourbon man.
Dirección y guión: La III República.
Países: España, Bostuana. Año: 2013. Duración: 22 min. Género: terror. 
Interpretación: J.C Borbón (Campechano), J. Hermida (Fredy).
Música: Spottorno y Ayuso. 
Fotografía: La familia. 
Montaje: Santodios. 
Diseño de producción: Julio Somoano. 
Vestuario: Galerías Preciados. 
Estreno en España: 4 Enero 2013. 
Presupuesto: 8,9 millones de euros anuales. 
Calificación por edades: No recomendada para menores de 75 años.




Tras los sonados fracasos cosechados en anteriores intentos, la III República consigue por fin hacer diana y nos presenta su mejor trabajo desde 1931. Bajo la engañosa envoltura de una biopic autocomplaciente, que apenas parece capaz de mantener la atención, el metraje va descerrajando de forma tan metódica como implacable todos los mecanismos de autodefensa en el espectador. El resultado es incontestable, en pocos minutos caemos espantados ante una oleada de terror en estado puro.

Contribuye a ello en buena manera la engañosa sobriedad que transmiten las imágenes: Despacho forrado en madera, libros milimétricamente alineados, papeles cuidadosamente desordenados, lamparita complementada con la difusa luz exterior, alfombra desgastada y globo terráqueo que sin duda esconde un minibar. En medio de la opresiva atmósfera, Fredy realiza un fallido esfuerzo de contención; sus palabras tratan de ceñirse a un diálogo civilizado, pero su lenguaje corporal, el rictus de su boca, el ondulante aspaviento de sus manos, y sobre todo el pánico que se va apoderando de su mirada, nos anticipan un clímax de horror profundo que no caeré en la tentación de desvelar.

Es la envoltura perfecta para el verdadero hallazgo de este filme, la estremecedora interpretación de JC, que dota a su personaje de unas aristas hasta la fecha desconocidas en el género del terror psicológico. Lejos del registro histriónico que tantos éxitos de taquilla le ha reportado –véase “Pod que no te callas”, “Odgullo y datifacción” o ”Me duermo en la ópera”- el actor ahonda en la esencia melodramática, la perversidad latente iniciada con “me he equivocado, no volverá a ocurrir”, y esta vez la eleva a la máxima expresión. Su discurso, un mantra ansiolítico sin más pretensión que la de marcar el ritmo, es el ruido de fondo que acompaña el devenir  inquieto de sus ojos, el reprimido gesto de sus manos, el oculto universo que aflora bajo su barbilla.

Mantendré mi promesa de no desvelar la trama, pero no puedo dejar de mencionar la secuencia en la que Fredy le pregunta por Felipe, cuya presencia virtual merodea por todo el metraje, y Campechano le cuenta que es una bendición del cielo, una persona encantadora de gran honestidad intelectual, muy trabajador, muy preparado, y muy leal, “sobre todo a mí…”. Fredy pierde los papeles y trata de retrasar lo inevitable demorándose en expresiones como esssssstímulo, pero la gran pregunta ya cabalga desbacada por su mirada: ¿se ha tragado a Felipe? Y sobre todo ¿se me va a tragar a mí?

A estas alturas ya poco importa que no aparezca ordenador o ingenio electrónico alguno, que no se vean armas ni licores en la sala, ni que ambos ocupen sendas sillas de ruedas, ni siquiera que el retrato del pelucón que preside el despacho sonría fantasmagóricamente. El auténtico miedo, sin edulcorantes, brota con la certeza de lo inevitable. Obra maestra en la filmografía de III República, que ahora sí puede mostrar “la satisfacción de haber conseguido lo que hemos conseguido”.
Have mercy.  

3 comentarios:

  1. Me encanta esta seccion.

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  2. Jajajaja....la cartelera está que arde!! Espero impaciente la próxima película..

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  3. Muy interesante mezcla de sarcasmo y narrativa de calidad. Mi más sincera enhorabuena.

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