jueves, 31 de enero de 2013

Los Miserables

Jesús de Castro
Película coral, película río, que arrastra entre su corriente todas las grandezas y bajezas de la humana condición para recordarnos que, aunque conquistemos las altas cumbres respirando el oxígeno puro de la cima, nuestro lado oscuro sube también hasta allí con nosotros y jadea tísicamente abominando del paisaje nevado mientras pide con urgencia un cigarrillo. Entretenido relato, si olvidamos los numeritos musicales, de cómo un delincuente puede llegar a ser un empresario y político de éxito, y viceversa.

Jean Valjean (Luis el cabrón) recorre infatigable los Alpes Suizos, escalando montañas, abriendo vías, manejando con singular pericia el piolet, y encabezando una cordada cuyos seguidores emergen del mar de nubes que rodea el macizo montañoso. Es un ruidoso y bien peinado grupo de inexpertos jóvenes que progresan adecuadamente por las vías ya abiertas, mientras corean a gritos el himno ‘Montañas Nevadas’ (Renovando y construyendo/ forjaré la nueva historia// de la entraña del pasado/ nace mi Revolución), agarrados con entusiasmo a las cuerdas que Valjean va fijando estratégicamente; cada 50 metros de ascenso, un nuevo anclaje SOBRE la pared vertical.


La verdadera pasión de Valjean se halla sin embargo kilómetros más abajo, en la caja fuerte de un banco enclavado en la idílica o alcohólica ciudad de Ginebra, donde amasa un enorme tesoro, arrancado en incontables puestas de cazo,comisiones y mordidas. El policía Javert (B. Garzón), conoce muchas de las maniobras de Valjean, pero no consigue probarlas; por el contrario, será el propio policía el que pierda su condición debido a las malas artes del alpinista, si bien jurará internamente no descansar hasta ver los huesos de Valjean pudriéndose en una celda vip.

Y aquí comienza la verdadera escalada del grupo, cada cual siguiendo la vía que Valjean le va dejando abierta: José Mari clavando sus crampones en las armas de destrucción masiva, Cascos obligado a realizar un “solo integral” de imprevisibles consecuencias, Rato colocando el arnés en participaciones basura, Trillo mandando huevos y jurando por San Escrivá de Balaguer que todo el monte es orégano, Zaplana calzándose los pies de gato para llegar pronto a la cima y acaparar los rayos uva, Mariano incapaz de manejar los mosquetones para evitar caer en el vacío absoluto. La escalada pronto alcanza tintes melodramáticos, un festival del disparate, y sólo la diligencia de Valjean, el Mercurio de Geneva a Génova, cohesiona mínimamente al equipo. Aunque la película no lo muestra, queda claro que todo el grupo es deudor de su pericia.

Y la historia se convierte en thriller trepidante: el grupo aprovecha las vías abiertas por Valjean para descender rapelando y apresurarse a desvalijar la cámara acorazada del sucio banco suizo; pero la venganza del veterano escalador es tan cruel y meticulosa que a su lado el Conde de Montecristo parece Anne Igartiburu. Pronto comienzan a producirse extraños accidentes: Zaplana perece calcinado en una cama de bronceado, Cascos recibe una sobredosis de chapapote al ingerir unos calamares en su tinta, Rato es condenado a cadena perpetua por robar el cepillo de La Almudena, Trillo se lanza misteriosamente sin paracaídas desde un Yak-42, José Mari descubre que su esposa es el arma de destrucción masiva que buscaba, y Mariano comprueba, sin mover un músculo, que su niña ha desaparecido.

La niña tiene nombre, es la pequeña Cosette (E. Aguirre) quien, ahora en compañía de Valjean, ofrecerá un completo máster en el complejo arte de trepar. Inspirada por su infatigable afán pedagógico, recorta, machaca y humilla a sus enemigos y también a sus supuestos amigos, enciende volcanes de los que salta entes de la erupción, y convence a todos de que sólo ella merece sujetar una rama de olivo en su boca. Valjean, sólo y  amargado, cierra los ojos y recuerda el sobre que el inútil de Mariano olvidó en la última escalada, ¿o se lo dejó a propósito el muy c…? La estocada final llega con la mortífera batería de números musicales que adornan el filme, buena ocasión para que los espectadores se pongan a pensar en sus cosas. No, rectifico, no piensen en sus cosas ni en las mías, es patético, sigamos la música.

Sí amigos lectores, una vez más nada es lo que parece, la película es en realidad un musical, el dinero sucio suizo se ha “regularizado”, los integrantes de la cordada siguen viviendo como dioses, Mariano se alegró de perder a la niña y se ha establecido en Chueca como estilista y Cosette está a punto de acabar con la monarquía para después ser coronada emperatriz. Ah! ¿Los Miserables? Esos somos todos los demás, por tolerar que se rían en nuestras narices y después nos escupan en pleno rostro. 

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