jueves, 31 de enero de 2013

La no polémica del anuncio de Coca-Cola

Arnau Margenet
Se diría, por los antecedentes, que hoy en día un anuncio publicitario sólo es reprobable cuando es ofensivo a todas luces. Véase la filia de los fashionettis de Dolce&Gabanna por el sometimiento a la mujer como reclamo promocional –que, por otro lado, parece no inquietar el espíritu vanidoso de sus proselit@s– y la rentable polémica que suscita en la opinión pública. Pero, ¿y cuando la afrenta es menos evidente? ¿Es necesario que la denigración humana se dé en formas explícitas para que uno se rasgue las vestiduras de la moral? La retórica es la mejor de las vaselinas, amigos.

Para situar al lector. Me refiero a la ya asentada tradición pastelera de los amigos de Coca-Cola Co., que han vuelto a la carga con un azucarado spot de ataque y derribo, de los que apelan a los buenos sentimientos de común identificación y buscan la conveniente asociación de conceptos. Esto es: Coca-Cola = buenrollismo ejemplar.


En el spot en cuestión, unos impolutos operarios –que parecen sacados de un anuncio (!)– instalan un cajero automático en cuya cúspide hay pegado un rótulo que reza: “CAJERO DE LA FELICIDAD”. Entonces la gente se acerca prudencialmente, picada por la curiosidad, y trastean la pantalla táctil. En ella aparecen una serie de indicaciones que vienen a decir lo siguiente: Te damos 100 pavos, úsalos como quieras, pero te proponemos unas ideas solidarias, con mucha vista. Luego ya introduciremos sólo aquellos casos que, en efecto, hayan invertido el dinero en acciones solidarias y cuyos protagonistas, en un casual entendimiento colectivo, hayan grabado y posteriormente enviado las filmaciones que dan fe de ello, si es que todo esto es real y no un preciso montaje audiovisual que aparenta ser tal cosa. El resultado, hay que reconocerlo, transmite optimismo y conmueve. Un anuncio a prueba de escépticos y diabéticos.

Es evidente que el fin último de los anunciantes es captar la atención del vidente y atesorar cuanto más dinero mejor, y también es un hecho que los spots publicitarios tienden cada vez más a ser obras de arte conceptual, llenas de piruetas figurativas y lirismos –tanto es así que a veces hay que esperar a que aparezca el logo de rigor para saber qué mierda te están vendiendo–. Pero cuando una colosal corporación como es Coca-Cola Co., cabeza gorda de la Hidra capitalista, apela al espíritu solidario y al necesario humanismo de los hombres en estos tiempos de crisis, cuando trata de apropiarse de la esperanza de la gente para marcarse un tanto y aumentar sus ganancias, dan ganas de defenestrar el televisor.

Tal vez habría que exigir a las autoridades competentes que tomaran cartas en el asunto. Que pusieran, por ejemplo, una cortinilla similar a las que se pone en los anuncios de medicamentos:

-         -  Coca-Cola Co. no garantiza que las situaciones expuestas en este spot hayan nacido de forma espontánea.
-         -  Coca-Cola Co. no se hace responsable de que el consumidor no experimente la humanidad al tomar Coca-Cola.
-      -  Coca-Cola Co. queda eximido de ser solidario en los sucesivos escenarios económicos y en cualquier caso en general.

Luego, cada cual estaría en su derecho de comprar Coca-Cola o no, pero al menos lo haríamos con conocimiento de causa, conscientes de estar dando cancha al más perverso cinismo.

2 comentarios:

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  2. Me parece brillante este post. Muy inteligente. ¡Enhorabuena a su autor!

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